Friday, May 05, 2006

UNA PEQUEÑA CABEZA DE PORCELANA

Una tarde, después del aviso del cierre de la salitrera, Benedicto recibió una visita del habitante más anciano quien llegó con una pequeña caja de cartón amarrada con un grueso hilo, Benedicto permanecía con el codo apoyado sobre la mesa acompañado de una botella de vino, pensando en el incierto futuro que se avecinaba para él y su familia, Benedicto estaba junto a la ventana que desnudaba confianzudamente el paisaje desértico. Don Tenorio dio tres golpes suaves en la puerta de entrada y al no recibir respuesta decidió entrar. Vio de inmediato a su amigo triste, se acercó con pasos cautelosos hasta quedar a su lado.
- ¿Que es lo que pasa Benedicto? -
- que no se como voy a mantener a mi familia ahora po' viejo - respondió sin siquiera levantar la cabeza hacia su interlocutor
- ¿por qué no me sirve un vasito de vinacho pa' que no tome solo mejor? - dijo mientras corría una vieja silla de mimbre, y se sentaba dejando sobre la mesa la cajita de cartón.
- en todo caso yo no soy el único que está así, los demás compañeros deben estar igualito, ahora todos tenemos el mismo problema
- bueno, algo habrá que inventar pue', si usted es joven no le faltará la pega
- los viejos siempre dicen lo mismo - replicó mirando por primera vez a su amigo y percatándose de que vestía un terno negro, sombrero y corbata - ¡va!, ¿y a usted que le pasó?
- na' po', ¿qué me va a pasar?, si vine a despedirme y a darle ánimo, a lo mejor se nos acabó el tiempo aquí, capaz que se viene otra cosa, algún cambio supongo
- ojalá sea pa' bueno no mas, mire que se andan hablando muchas leseras en la capital, como que fuese a haber una guerra, yo no sé si creer pero harto denso que está el aire.
- Sabe que?, yo le aconsejo que tome a la iñora y a su guagua y se vayan cantando pa' Antofagasta, tengo un amigo que trabaja en las salitreras de por allá y le dije que usted iba a ir a visitarlo. Usted no tiene na` que quedarse aquí. - Tomando la cajita de cartón -
Mire, le traje un regalito pa' que se acuerde de mi po', de su amigo Tenorio.
El anciano estiró el brazo y le entregó la caja a Benedicto quien la miró, desató el hilo y la abrió
- ¿una muñeca?. ¿Y pa' que quiero yo una muñeca?
- es de porcelana, dicen en la ciudad que estas cositas dan buena suerte. !Ya!, me tengo que ir ahora mire que ando muy acupado haciendo otros menesteres. Venga paca deme un abrazo de amigo.
Benedicto se puso de pie y estrechó en un largo abrazo al anciano, que después de un momento volteó y salió por la puerta. Benedicto quedó solo en la casa, miró por la ventana y recién se pudo percatar de que afuera oscurecía, había estado tan metido dentro de su amargura que en los últimos días no le había importado nada. Sacó la pequeña mujercita de porcelana de la caja y caminó hasta la vieja repisa pegada al muro donde la puso con sumo cuidado, la miró por un momento y sonrió.
Después de un rato llegó Carmen, su esposa, Benedicto pensó que había pasado demasiado tiempo en la calle y trató de reprenderla preguntándole dónde había estado.
- ¿Me preguntas dónde he estado?, se nota que hai' estado ahogando tus penas en la botella po'' Benedicto, se nota que hace tiempo que no te parabai. En el funeral de Don Tenorio andaba po' ¿donde más?, ayer vino la Hortencia a avisarnos, pero vo' estabai como piojo, vai' a tener que irte con cuidadito con el vino mira que tenis que trabajar o sino yo me mando a cambiar y te quedai solito no más.
Benedicto no le quitaba los ojos de encima a Carmen, no decía nada, caminó hasta donde estaba el reciente regalo, tomó la muñeca y la miró, justo cuando se disponía a contarle a su esposa de su encuentro con Tenorio se dejaron caer estrepitosamente los milicos. La muñeca cayó al suelo partiéndose justo en la cabeza y dejando en el piso miles de pequeños brillos apagados.

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